FAO.- La mayoría de nosotros tenemos nuestras propias ideas sobre los alimentos y las plantas que constituyen gran parte de nuestra dieta. Pero ¿qué repercusiones tienen el cambio climático, los conflictos, las consideraciones sanitarias, las tendencias de los estilos de vida y otras cuestiones de la vida moderna en los cultivos que mantenemos ahora y en los que podríamos necesitar en el futuro? Estas son algunas de las cuestiones abordadas en un nuevo informe, titulado, Las plantas que alimentan al mundo, de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Hasta la fecha, hemos dependido de un puñado de cultivos, como el trigo, el maíz y el arroz, para la mayor parte de nuestras necesidades calóricas Sin embargo, hay más de 7 000 especies vegetales —quizás hasta 30 000—, que se consideran comestibles para el ser humano.
El Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura, cuya Secretaría se alberga en la FAO, se adoptó en 2001 a fin de asegurar la protección y el uso equitativo de los recursos fitogenéticos más importantes para la alimentación humana en todo el mundo.
El Anexo 1 de este acuerdo, jurídicamente vinculante, enumera 64 de los cultivos clave que componen nuestra «cesta de alimentos» y cuyos recursos genéticos se intercambian a través de bancos de genes en el marco del Sistema multilateral de acceso y distribución de beneficios del Tratado Internacional.
El objetivo del Tratado Internacional es asegurar que los recursos fitogenéticos sean accesibles para cualquier persona —en especial los agricultores de los países en desarrollo—, para que todos podamos beneficiarnos de una diversidad de cultivos que pueda satisfacer nuestras necesidades nutricionales.
Veamos cuatro tendencias importantes determinadas en el estudio que están configurando la forma en que las plantas nos alimentan y que demuestran por qué los recursos genéticos son tan importantes para una producción, una nutrición, un medio ambiente y medios de vida mejores:
1. El concepto de seguridad alimentaria se ha ampliado
Una de las razones por las que nuestra «cesta de alimentos» tendrá que incorporar más plantas que antes es que nuestra comprensión de la seguridad alimentaria está evolucionando. Hace más de 20 años, cuando se redactó por primera vez el Tratado Internacional, se hacía hincapié sobre todo en las calorías necesarias para proporcionar una dieta básica y erradicar el hambre. Ahora comprendemos cada vez mejor que también hay que centrarse en la nutrición, profundizando tanto en los micronutrientes como en los macronutrientes.
En muchos países coexisten la desnutrición y la hipernutrición, ya que las dietas experimentan cambios radicales y los productos elaborados suelen sustituir a los alimentos tradicionales. Ahora que la tendencia al sobrepeso y la obesidad es tan preocupante como el hambre, es necesario incorporar a nuestra cesta alimentaria plantas nutritivas y no solo calóricas.
2. Las plantas del pasado no son necesariamente las plantas del futuro
Además de comer más hortalizas, frutas, frutos secos y semillas porque nos preocupa la nutrición, hay una tendencia a consumir más proteínas de origen vegetal, como las legumbres.
También están en auge cereales menos conocidos y nutritivos, como el mijo y el sorgo, o alternativas similares a los cereales pero igualmente sin gluten, como la quinua y el amaranto. Cultivos menores e infrautilizados como estos se encuentran ahora a la vanguardia de las tendencias alimentarias, no solo desde el punto de vista nutricional, sino también porque muchos son beneficiosos para el medio ambiente.
3. Los países son cada vez más interdependientes en materia de variedades de cultivos
Debido a las consecuencias de la crisis climática en los patrones globales de precipitaciones y temperaturas, ciertas variedades de cultivos ya no crecen bien en lugares donde antes prosperaban. Por ejemplo, hace solo unos años, quizá no mucha gente habría predicho que el maíz sería difícil de cultivar en algunas partes de África. Sin embargo, los agricultores de esas zonas buscan ahora otros cultivos, como el mijo, que se adaptan mejor al menor volumen de lluvias.
Estos cambios en los patrones climáticos significan que los países tendrán más necesidad de obtener variedades vegetales de otras partes del mundo para continuar o mejorar su producción.
El cambio climático no hace sino aumentar la interdependencia, sin embargo los países siempre han dependidos unos de otros para obtener cultivos originarios de otros lugares. Por ejemplo, las variedades de café de África han viajado por todo el mundo. En cuanto a las papas, América del Sur sigue ofreciendo más variedades que ninguna otra región.
En este contexto, el enfoque multilateral del Tratado Internacional para la colaboración entre los países es cada vez más importante.
4. Los gustos y las modas también están cambiando la demanda de cultivos
La evolución de los gustos y las tendencias estimula además la demanda de nuevas variedades de cultivos por parte de los agricultores, que buscan mejorar sus medios de vida, ya sea cultivando quinua o guandúes.
Pero las nuevas exigencias proceden además de otros ámbitos, como el de los chefs, deseosos de explorar los sabores y texturas de los cereales tradicionales, a menudo más sostenibles. Por ejemplo, la chef sierraleonesa Fatmata Binta, ha hecho del fonio —una variedad de mijo que requiere menos agua y es muy nutritivo—, un elemento central de su cocina.
Estas voces no formaban parte de los debates cuando se negoció por primera vez el Tratado Internacional, pero ahora se hacen oír cada vez más.
Como único acuerdo internacional vinculante dedicado a salvaguardar, conservar e intercambiar la diversidad genética de las plantas que cultivamos y comemos en el mundo, el Tratado Internacional tiene un papel cada vez más importante en nuestro mundo interdependiente y cambiante.
El nuevo informe, que reúne datos de 355 cultivos, desempeñará un papel fundamental a la hora de fundamentar los debates sobre políticas, incluida la actualización de la cesta de cultivos del Anexo I del Tratado Internacional. Gracias a la enorme cantidad de datos disponibles públicamente en los que se basa el estudio, también proporcionará un recurso clave para investigadores y responsables de la toma de decisiones en todo el mundo. El informe sienta las bases para que la humanidad pueda explorar el potencial de miles de plantas más para satisfacer nuestras necesidades alimentarias en el futuro.