Alertan de que algunas propuestas electorales intentan señalar a la población inmigrantes como responsables de la cuestión social.
Un estudio realizado por Cáritas Española y el Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones (IUEM) de la Universidad Pontificia Comillas determinó que, a pesar de los niveles de arraigo de la población inmigrante que vive en España, son personas con muy bajos niveles de integración económica y laboral. Se trata de un núcleo de personas que, desde que llegó no se ha ido y que ni siquiera en los años más duros de la crisis, pensaron en salir de forma masiva.
Bajo el título “Un arraigo sobre el alambre, La integración social de la Población de Origen Inmigrante (POI) en España, la investigación analiza los resultados de una encuesta estatal llevada a cabo por ambas entidades, para evaluar cuál ha sido, en la última década, el proceso de integración de los casi ocho millones de habitantes de origen extranjero que viven en España. Entre ellos los más de 178 mil dominicanos, de los cuales, 90 mil con la nacionalidad española.
El minucioso estudio especifica que, aun, cuando la población de inmigrantes lleva muchos años conviviendo entre los españoles (13 años de media y el 75% más de 10 años), con fuerte asentamiento familiar y dominio del idioma, con uno de cada cuatro matrimonios mixtos, sin embargo, estas personas siguen ocupando los peores puestos de trabajo y las menores retribuciones por los mismos. A pesar de todo esto, estas personas quieren estar, quieren quedarse entre nosotros, son parte de ese nosotros, señala Daniel Rodríguez.
La presentación del informe estuvo a cargo de Natalia Peiro, secretaria general de Cáritas; Juan Iglesias, experto del IUEM, de la Universidad Pontificia Comillas; y Daniel Rodríguez de Blas, técnico del equipo de Estudios de Cáritas.
Claves en la contribución al Estado de Bienestar en España
El estudio constata que, la población de inmigrante no sólo no abusa de los sistemas de protección, sino que, además, es un contribuidor clave. Hay dos rasgos que destacan en ese sentido, explican, la población inmigrante es eminentemente joven y activa, aspectos que, en un contexto demográfico de claro envejecimiento como el español, tiene una importancia vital. La juventud de la inmigración se traduce en mayores tasas de natalidad y en menor utilización de determinados servicios, como el sanitario.
De este modo, si a la mencionada juventud se le une sus altas tasas de actividad, se evidencia que la población inmigrante supone una notable contribución al crecimiento económico y al equilibrio del gasto social, mejorando la sostenibilidad del sistema del bienestar social español.
Patrón mixto de integración cultural
Asimismo, la investigación confirma que la población inmigrante demuestra un patrón de integración cultural mixto. Es decir, en su manera de actuar cotidiano, en su forma de vestir, su alimentación, sus normas familiares, etc. combina tanto, patrones culturales de sus países de origen, como costumbres aprendidas y adquiridas aquí. Así, tanto las tesis que defienden que los inmigrantes viven de espalda a la sociedad que les acoge, como las asimilacionistas, se muestran como realidades minoritarias. Para los autores del informe, “son más una interpretación del hecho que una observación de sí misma”. En ese mismo orden, añade que la población extranjera vive y se relaciona con la población nativa y que en general, esas relaciones son buenas y cordiales.
Explica Daniel Rodríguez, que, en la sociedad nativa se ha vivido un amplio consenso democrático que ha funcionado, al menos hasta hace tiempo, como un efectivo dique de contención ante actitudes racistas y xenófobas. “Ha sido un consenso de amplia base, que ha impedido y bloqueado la propagación pública y abierta, tanto en el ámbito cotidiano como en el mediático y político de discursos hostiles y racistas. Conviene lanzar una llamada a la ciudadanía, a las instituciones y partidos políticos, a sindicatos y patronal para que este consenso no se rompa y funcione como vacuna de futuro para reducir la conflictividad social”, apunta.
Los autores del estudio apuestan por el retorno de unas políticas de integración que reduzcan las desigualdades entre ciudadanos y que, para ser inclusivas y efectivas, no tengan el apellido de ningún colectivo más allá que el de la globalidad de las personas y familias más vulnerables de nuestra sociedad.
Algunos datos del estudio
Juan Iglesias detalló las principales constataciones de la investigación realizada y que agrupo a nueve apartados, entre ellos la gran mayoría de la Población de Origen Inmigrante, (POI) ha permanecido en España durante estos años, lo que rompe esa imagen interesada de “aves de paso” o trabajadores temporales.
Al comienzo de la crisis (enero de 2009), había 6,78 millones de personas extranjera en España, el 14,5% de la población total española. En enero del 2020, representan ya el 16,32% de la población total, 7,74 millones de habitantes.
Se trata de un crecimiento en dos fases, caracterizado primero, por un fuerte ajuste del fenómeno migratorio y una progresiva recuperación entre 2014 y 2020 al hilo de la recuperación económica con devaluación salarial, donde la mano de obra extranjera volvió a ser un motor clave para el repunte de la economía nacional.
Inmigrantes que se tomaron en cuenta para el estudio
De los más de 7 millones de inmigrantes que viven en España, el 41% es de origen latinoamericano, casi el 6% de la población total en el país ibérico (INE 2019). De origen marroquí 1,02 millones, según datos de este año. Y una fuerte diversificación interna (más de 50 comunidades nacionales que cuentan con una población de más de 10.000 personas) (INE 2019).
Se destaca que vuelven a ser las mujeres las que más emigran, 52%, un 3,5% más que en el año 2009. La edad media de los inmigrantes en España es de 36 años, frente a los 44 años de los nacionales (INE 2019). Un envejecimiento relativo que se refleja en el peso de la población mayor de 65 años: un 22% en el caso de los nativos, frente al 8% de los migrantes.
Inmigrantes con estudios universitarios
La investigación destaca que los niveles educativos de los migrantes son altos y muy similares a los de la población española, y que no se explica las enormes diferencias ocupacionales y de ingresos existentes. La población nativa con estudios universitarios representa el 29% del total. Un porcentaje que es el del 23% en caso de los extranjeros y un 20% en el caso de los latinoamericanos, según datos de EPA-INE 2017.
En términos territoriales, la inmigración, a pesar de estar distribuida por todo el país, se sigue concentrando en las áreas metropolitanas de Madrid y Barcelona (38% del total de la POE), y un 30% en la costa que va desde Huelva a Girona, y está asociado a la actividad agroindustrial y turística.
En este punto, destaca también el crecimiento de los refugiados en los últimos años, hasta el punto de convertirse en un segmento significativo de la POI en España. Dicho crecimiento mantiene desbordado el Sistema de Acogida, a pesar de sus sucesivas reformas. Los solicitantes de asilo han paso de ser 2,355 en el año 2012 a ser 115,175 en el año 2019. No obstante, la cifra total de refugiados apenas representa el 3,23% del total de la POI en España.